Incluso

“Incluso”
Manuel Francisco Franco Villamizar

Pasaba sin transición…
En las redes misteriosas del sueño.”

Manuel Díaz Rodríguez. Sangre Patricia.

 

Manuel vio, a los pies de su cama, un gato. Fue apareciendo paulatinamente, sus ojos como dos lámparas se encendieron en la oscuridad: dos pupilas grandes y amarillas que parpadearon. Una de las patas se agarró en el colchón y las orejas se movieron al acecho, el torso se deslizó por el piso y subió por las cobijas ayudándose con las extremidades traseras mientras la cola se meneaba ligera encima de todo. ¿Cómo alguien puede querer a un gato? Viéndolo arriba de su cama pudo contemplar el inquietante aspecto del animal. Sus movimientos juguetones no lo engañaban.  Este era gris o amarillo. Un pedazo de Mariana surgió del gato. Creyó ver detrás de esos ojos amarillos los ojos de Mariana, vio el cabello negro desprendiéndose de las sombras, la espalda desnuda, su piel morena, quiso tenerla cerca, sentir su aliento y adentrarse. ¿Por qué los gatos grises o amarillos siempre le recordaban a Mariana? La sonrisa de ella parecía perpetua en cada gesto tenue de cada gato. ¿A quién le pueden gustar los gatos?

<<Cuando me despierte voy a anotar este sueño en algún sitio>> se dijo. Un cuaderno estaba tirado en el piso a su lado izquierdo. Lo tomó del suelo y abrió sus páginas. En ellas había anotaciones de las clases, dibujos garabateados, títulos de las materias: Matemática 1, Estadística 2, Sociedad y cultura. Buscó la última página y empezó a escribir el sueño.

‘‘Ayer en la noche soñé que había un gato en mi cama, me recordó a Mariana. Tenía los ojos amarillos. Paró de escribir y observó el gato que estaba lejos, en un rincón, apartado de todas las cosas de este mundo, en la otra orilla de la realidad, en una esquina del deseo, mirándolo con ojos perdidos. Él apartó la vista del gato y continuó escribiendo: Comencé a escribir este sueño para que no se me olvidara y también para contárselo a Mariana, si es que volvemos a hablar…

…Paulatinamente no vio más al gato. Pasó sin transición, atrapado en las redes ambiguas. Ya no estaba en ninguna parte. No estaba despierto ni dormido…

***

Todo comenzó con este sueño, lleno de múltiples sugerencias inconscientes. Pero antes diré que tal vez nunca hubo un comienzo como podría no haber final. Y puede que tampoco hubo inconsciencia como tampoco conciencia. Todo lo que me queda es este medio nudo enredado en la mitad.

Como les decía, todo comenzó con el sueño. Este permaneció en la memoria de Manuel, tal y como lo conté en las primeras líneas de este relato.

Fue a la facultad, hizo las cosas que tenía que hacer: entró a la primera clase, se comió una empanada, miró la factura de la empanada, entró a la segunda clase, escuchó una conversación sobre narrativa venezolana y narcotraficantes al poder, trató de no toparse con nadie para no saludar, hizo la cola del comedor con el sol pegándole en el cuello, comió una sopa insípida y arroz viejo lleno de ajoporro, salió del comedor, llamó a su mamá y habló con ella mientras esperaba en la parada la buseta hacia su casa. Las gotas de lluvia caían una tras otra, pequeñas, anunciando otras más grandes. El cielo estaba encapotado. Cuando se montó en la buseta sonaba una canción a todo volumen: Lluvia, lluvia, tus besos fríos como la lluvia./ Lluvia./ Que gota a gota fueron enfriando mi alma, mi cuerpo y mi sed... Sentado en el asiento de la ventana miraba el cielo gris lleno de nubes cambiantes y sucias, recibiendo el aire en la cara, presintiendo la caída vertical del agua, entonces detalló una placa de un carro en movimiento (S99ÑE88) y recordó de golpe el sueño: <<Alaputa…Soñé con Mariana y con gatos. Qué mierda.>>. Todavía no la había olvidado. Aunque en la vigilia hubiera construido un muro infranqueable contra su recuerdo, Mariana aún tenía un lugar dentro de sus pensamientos: se colaba en ellos mientras él dormía.

Por la tarde volvió a la facultad. El cielo se había despejado, parecía una página blanca, un lienzo sin manchas, una pantalla vacía. Los edificios levitaban en un biombo de suave desdicha. Entró con retraso a la clase de las 2, no entró a la clase de las 3 y 30, vio desde lejos a una amiga de Mariana, fue a la biblioteca y estaba cerrada, caminó por los edificios, se sentó en una de las mesas del cafetín, le llegó un mensaje de Karla al celular: Manu chamo! marico ya hiciste alguno de los trabajos? Él le respondió: No y tú? Trató de revisar los apuntes de una de sus clases para comenzar alguno de sus trabajos pendientes, pero al final no hizo nada. Se fue del cafetín y mientras caminaba lentamente hacia el comedor vio a un amigo. Todos en la facultad lo tildaban de raro, siempre estaba hablando de horóscopos y cábalas. Su nombre era Gustavo. Lo saludó y se detuvo a hablar con él. De manera inesperada, Gustavo le contó un sueño que había tenido donde todo se volvía leve y él volaba con las cosas de su cuarto: “mi maestro me dijo que el volar era señal de independencia, de búsqueda de libertad”, comentó Gustavo, frunciendo el ceño. Él se animó y también le contó su sueño sin ahondar en los detalles y le preguntó qué opinaba. Gustavo le prometió pasarle por correo el pdf de un libro para interpretar los sueños, también lo invitó a una excursión en la montaña junto a unos amigos de humanidades. Antes de despedirse le dijo que sobre el gato debía revisar el horóscopo chino o el maya, tal vez se relacionara con el jaguar o con el tigre. Cuando se despidió de Gustavo, le llegó otro mensaje de Karla al celular: Yo tampoco marico No he hecho un coño de los trabajos hahaha estamos pasados xD.

Cuando en la noche revisó su computadora encontró en el inbox de su correo el pdf que Gustavo le había prometido. Se titulaba: INTERPRETACIÓN Y SIMBOLISMO DE LOS SUEÑOS PARA LA VIDA PRÁCTICA de Samuel Stoczkowski. Lo descargó y lo estuvo hojeando por un rato. En su cabeza no quedó nada de la lectura fragmentaria, dispersa y rápida que hizo del pdf. Sólo permaneció en su memoria, estampado como una calcomanía, el epígrafe de uno de los capítulos. Era de Meyrink y decía: “No estoy dormido ni despierto”. No le escribió a Gustavo para ir a la excursión y al siguiente día olvidó todo el asunto, aunque los ojos del gato brillaban a veces.

04:25 pm. Qué mierda, tengo que hacer cuatro trabajos para cuatro materias pendientes. Qué ladilla. Llamo a Karla: Qué fue Karla. ¿Todo fino? “Todo bien chamo pero naguará si está difícil conseguir empleo, tengo un mes en esa vaina. Si escuchas algo por ahí, me avisas.” Dale, yo te aviso. ¿Hiciste alguno de los trabajos? “Naaa, no he hecho nada.” Chama esos profesores nos cogieron con tantos trabajos. “Sí, marico”. Los odio, que arrechera. Y el  puto profesor de Sociedad y cultura, es más pajuo que’l coño. “jajajaja, es que es muy ladilla”. El aburrimiento es una estría hundida como una piedra. Que ladilla esta carrera universitaria. Los libros se amontonan. Buscas el nombre de Mariana en Facebook. Sabes que te bloqueó pero aun así lo buscas. Ayer hubo un temblor de 4.3 en la escala de Richter ¿Cuándo te acabarás de leer el libro de cuentos que sacaste prestado del Edificio Administrativo? No vale la pena salir a la calle, hay que cuidarse. Das vueltas. Intentas escribir en la computadora. Después, borras todo lo que escribiste. ControlAltSupr. ¿Cómo ser original? No repetir nada. Cómo no repetir las mismas estructuras palabras conjunciones metáforas historias formas relatos. Estar atento a los acentos. Debí haber estudiado humanidades. No te pares de la silla ¿Sigues pensando en Mariana? ¿En los gatos? No estoy dormido ni despierto. Soñar con mujeres desnudas, soñar con habitaciones infinitas. Releer. Descargar. Corregir. http://www.redtube.com ControlAltSupr. 05: 15 pm.

Un miércoles, cuando salía hastiado del comedor mientras caminaba por la rampa, Gustavo le palmeó el hombro y le dijo: —Hablé con mi maestro sobre tu sueño, porque me quedé pensando cuando me lo contaste. Me dijo que le faltaba algo. Que estaba incompleto. Me recomendó unos ejercicios de meditación donde puedes recordar tus sueños. Eso se llama anamnesis. Si estás interesado, me avisas. Aquí te doy la información.

Le entregó una tarjetica y después le chocó el puño para irse. Desde lejos se despidió:

— Felicidad.

Él la observó con detenimiento:

MEDITACIÓN PARA CONOCERSE A SÍ MISMO. REGRESIONES. VUELVE A TUS SUEÑOS Y A TU MEMORIA OLVIDADA. 04268889990. despertar89@gmail.com.

Cuando llegó a su cuarto se tiró en la cama y estiró las piernas. Bajaba por su cuerpo la melancolía, una deriva lenta. 6:45 Pm. Pensó en cosas dispersas. Imaginó una ciudad espectral destruyéndose, en donde las personas se comían las unas a las otras, entre colas interminables e infinitas y por encima de esa miserable ciudad imaginó un castillo elevado. Imaginó que Gustavo le hablaba desde el castillo y le decía: “tengo la razón, tengo la razón” y después de un breve silencio volvía a hablarle: “recuerda con los ojos cerrados. Hay algo más allá. El sueño es la cola. Los ojos son el enigma. Sólo tienes que descifrarlo”.

“Anoche ha venido el gran gato gris de mi infancia”.

<<Tengo que descifrar ese sueño>> se dijo, después de abandonar sus voces, su masa de pensamiento.

Prendió la computadora y buscó en youtube la palabra Jazzuela. Escogió la primera lista de reproducción. Inició la primera canción.  Él leyó: Subido el 15 jun. 2011. 84,743 vistas. (b)291 (y)5. Los comentarios: Me lo recomendó Cortazar buen tipo el viejo. Irónicamente, la puse para leer Borges. 01:00 am. Jazz Me Blues Del lado de allá Apenas entraban en calor zás, se acabó Hace 6 meses John Coltrane- Blue Train el jazz cura todo un poco como vivir en la novela grandísimos lagartos, trombones a la orilla del río, Save it pretty mama, andábamos para buscarnos pero nunca nos encontramos, a Mariana le encantaba Rayuela Era una experiencia inolvidable decía Leíamos pedazos Capítulos completos y escuchábamos las canciones en internet Body and Soul ¿no eran ilusiones, y no eran algo todavía peor: la ilusión de otras ilusiones: la ilusión de una macro ilusión de una ilusión total y totalizante que termina en un campo de concentración, en una cadena, en un rueda donde todos tenemos miedo, terror horrr osa hcia rs, inmnomiáose en el agaelprmerdadel und? 50, 3888 visitas. Suscribirse. Siguiente Canción. 01:40 am.  Él puso la canción número ocho, Don’t you play me cheap. De las cornetas de la computadora el sonido salía líquido, dulce y triste, saltando a momentos como un lagarto mafioso ahorcando a un mono bailarín. Él se acostó en la cama y se sintió desgraciado, perdido, diluyéndose. <<Debo descifrar ese sueño>> se dijo de nuevo.

Pasaron los días… aburridos, universitarios, fugaces y lentos.

Todo parecía fragmentario. El calendario se movía deprisa y de pronto volvía a su ritmo pausado. Los profesores daban y no daban clases. A veces había comedor, a veces no. Había marchas, huelgas. Puede que muriera alguien, lo veía en las noticias. Lluvia, brisa, algunos días un sol detestable. Todo parecía un collage incompleto lleno de citas y recuerdos desmembrados. A veces no había nada en los anaqueles de los supermercados, a veces sí. Las horas transcurrían como un hilo lento movido por manos invisibles. Él vivía una ausencia premeditada, llena de compasión, hecha de nostalgias futuras y de carencias pasadas. Eso era su vida: un alimento de la inanición. Eso era él: un amasijo de fantasías construidas con esmero. El cuerpo se atascaba, se iba en olas sucesivas, puede que regresara.

03:00 pm.  No estoy dormido ni despierto. Te metes en Facebook. Después en Twitter. Después en YouTube. Pones una película en el televisor, la paras a la mitad. http://www.redtube.com. Tratas de masturbarte, sólo tratas. Muy lento el internet, el video se queda pegado cuando el pene está entrando en la boca de una morena. Veo las casas, el marco de una ventana. Miras tu celular y nadie te ha escrito. Nunca pudiste terminar de leer Rayuela ¿Cómo puede existir gente tan asquerosamente cursi para iniciarse en la literatura con una novela como Rayuela? Siempre te gustó la mala literatura, Mariana. El abate Séguin tenía un gato amarillo. Te quedas pegado en la ventana viendo entre las rejas: el farol, la acera, la montaña, un vecino que sale. Te tiras en el mueble. El amarillo es el amarillo. ControlAltSupr. Te comes un pedazo de pan frío, un café que no sabe a café sino a orine, a trigo quemado. El reloj pasa lento. Luna: gato líquido. http://www.youporn.com. Esta página carga mejor, pero no mucho. Casi nada. Las horas pasan lento. El día pesa en el hombro. ¿Me cambió a letras o a idiomas? Los ojos del gato brillaron. Busco el libro de cuentos que saque del administrativo. Leo el cuento número 6. En la página 113: “Desde que la abandoné no hago más que soñar con ella”. Cierro el libro en la página 125. Que cagada la literatura venezolana. Ayer entré en una clase de literatura venezolana, que aburrimiento. Internet. Noticias: Un venezolano ganó el premio Tusquets de novela. ¿No es vieja esa notica?  Voy a estudiar idiomas, decidido. Quiero morir. Los ojos de gato ven en la oscuridad. Qué porquería. Aburrido Estúpido Solo. Sin sentido Sin ánimo. Nada nada… De nada. A veces te sientes mejor, a veces parece que la vida te promete algo. Youporn. De nuevo a ver si carga. No, no carga. Siempre se queda en el mismo lugar: la jeva mamando huevo. El porvenir es nuestro. El optimismo es infito. No puedes escribir una puta frase buena. ControlAltSupr. 125 pág. Señalada con el marca-libro: El hombre puede nacer, pero para nacer primero debe morir; y para morir, primero debe despertar. Fragmentos de una enseñanza desconocida. http://www.editorialg@nesha.com.A.C.Editorial Ganesha. Tel.7Fax. 388.48.55. Morir es vivir. 03: 05 pm.

Manuel se despertó súbitamente del sueño, estaba acurrucado en el pupitre, botando baba sobre el brazo cruzado. Levantó la cara y miró al profesor, estaba delante del pizarrón, le hablaba a los estudiantes: “El valor de una moneda no se determina por su sustancia sino por su forma. Tiene un valor mediante la oposición. Este es un valor negativo y relativo. Es decir que una moneda cuesta lo que cuesta en comparación con las otras monedas. Una moneda tiene un valor con respecto a lo que esta no vale y siempre está en relación directa con el puesto que ocupa dentro del sistema económico, que en nuestro caso es mundial ¿Me siguen?”. La tarde asfixiada de luz entraba por las ventanas con su pesadumbre llena de neblina. Estaba a punto de llover. Las gotas empezaron a repiquetear suaves y pacíficas a la vez que las personas sentadas en los pupitres escuchaban con padecimiento y soñolencia la clase del profesor que hablaba de valores, economías y relaciones de sistemas.

Un día entró en el abasto de Santa Ana. Había mantequilla. Muchas personas entraban y salían, con caras extrañas, preocupadas y somnolientas. La cara de un hombre parecía la de un caballo enfermo. La de una mujer parecía la de una yegua solitaria. Ojeras, arrugas, una oreja mutilada. Un olor a detergente estaba adherido a las cosas. Su tarjeta de débito no pasó por el punto, lo intentó tres veces. Atrás de él se escuchaban gruñidos, bramidos, pequeñas interjecciones. “!A su madre! Se le cayó la caja. ¡A su mecha! Güino marico. ¡Cónchale! Apúrese no joda.” Salió a la calle y la luz del sol que caía en diagonal le abofeteó el cachete. Pasó un Volkswagen amarillo donde él pudo leer, escrito en la ventana trasera, en letras blancas: EL PODER DE DIOS ES INFITO. Sí, incluso en estos tiempos.

Siguieron pasando las tardes… lentas, aburridas, fugaces y universitarias en las que el cielo parecía un lienzo sin manchas, una página sin nada, una pantalla en blanco. Los edificios flotaban sobre un biombo de suave claridad. Con una mano se podía sentir la textura ingrávida del aire. La temperatura bajaba tanto que el frío calaba en los huesos, en el pellejo. Él sentía que todo estaba metido en un lente: la placa de un vehículo (8S8UÑ99E), la factura de una compra, los marcos de las ventanas, las casas. Todo se veía borroso, en aumento, como si un dios miope hubiera encerrado la ciudad en el cristal de una lupa.

Una de esas tardes Manuel llegó a su casa y encontró la tarjeta que le había dado Gustavo. La observó de nuevo y luego la tachó con una X:

MEDITACIÓN PARA CONOCERSE A SÍ MISMO. REGRESIONES. VUELVE A TUS SUEÑOS Y A TU MEMORIA OLVIDADA. 04268889990. despertar89@gmail.com.

Fue a su cuarto, encendió la computadora y abrió Word. Escribió estas primeras palabras:

“Francisco vio a los pies de su cama un gato.”

La noche se escondía detrás de la persiana, unos gritos confusos de personas llegaban tenues como el rumor de agua hirviendo. Pasó una hora escribiendo. Llevaba tres páginas, en Courier New, 11. Había comenzado a narrar el sueño, después escribió sobre la universidad y los pasillos, luego el encuentro con Gustavo y ahora relataba como su personaje se aburría en una de sus clases. 7:40 pm. Escribía con emoción, escribía como pocas veces, dejándose llevar por las teclas del computador:

“Eran los aburridos días en la universidad, con sus instantes fugaces de felicidad y la pesadumbre y la lenta cotidianidad. Por casualidad, en la clase de literatura venezolana I, abrió su cuaderno en la última página. Ahí estaba escrito el sueño.

‘‘Ayer en la noche soñé que había un gato en mi cama, me recordó Helena. Tenía los ojos amarillos. Comencé a escribir este sueño para que no se me olvidara y también para contárselo a Helena, si es que volvemos a hablar.

El sueño seguía, estaba lo restante, que faltaba, que él no lograba recordar. Decía así:

De pronto fue como una transición. El cuarto transitó de la ligereza a la fatiga. Fue como pasar de la levedad a la pesadez, del aire libre a una cámara de gas, de un pasadizo del alma a un conducto del intestino… De la Helena que veía en sueños a la Helena que está viva. Una profunda eternidad se abrió inestable entre el gato y yo. Estaba de nuevo sobre mi cama. Pero esta vez tenía cara socarrona de una cabra. Su cola que se movía de un lado a otro fue creciendo, se dobló y se apoyó en el colchón, parecía enredarse en mis pies. Siguió enredándose en mi cuerpo, en mi barriga, en mis brazos hasta llegar a mi cuello. Me asfixiaba mientras yo trataba de gritar, trataba de despertarme.

Javier cerró el cuaderno. Estaba emocionado, su corazón le palpitaba con fuerza. De pronto el recuerdo de Helena le golpeó con fuerza, la sintió cerca, como si estuviera a su lado. Miró al profesor, que estaba sentado en una silla, mirando el aire y rascándose las axilas con una voz dulce y meliflua, moviendo los brazos en círculos, decía algo así como: “Tenemos que buscar las raíces de nuestro ser latinoamericano. Las raíces de nuestra identidad en lo más profundo de nuestras raíces. Por eso es de suma importancia estudiar nuestro siglo diecinueve, para poder entender, asimilar y comprender nuestra historia convulsionada. Lo que permanece perdido, pero que está presente… por eso vamos a leer Los Mártires porque la literatura ha desvelado nuestra identidad latinoamericana y venezolana… Algunos dicen que ya no se consiguen libros pero yo aquí tengo un libro recién impreso de una nueva edición de Los Mártires, editada por el perro y la rana. Este importante legado que nos dejó ese desconocido y enigmático siglo diecinueve…” La tarde se moría con la noche recurrente La tarde se ahogaba en la luz incierta, entraba por los ventanales llena de lentitud. Estaba próxima el agua de la lluvia… Las gotas repiqueteaban suavemente… Las personas sentadas en los pupitres escuchaban con ladilla la clase del profesor de literatura.

Javier llegó a su casa empapado de lluvia. Comió las arepas que su mamá le dejó en el microondas. Se metió en su cuarto y cerró la puerta como si estuviera a punto de cometer un acto ilegal y se quitó el bolso y lo puso en el suelo y abrió el cierre más grande y por último sacó el cuaderno. Lo sostuvo entre las manos como si fuera un tesoro muy preciado una reliquia de otro mundo. Abrió el cuaderno en la última página y  pasó la vista por cada una de las palabras, en caligrafía dudosa, de lo que le faltaba por leer:

«Me hundí en el fango, en el pantano de tu olor Helena, de tu aroma, de tu saliva, de tus fluidos. Helena, vuelve por favor. Vamos a volver a vernos. Recuerdas esa noche en el Cesar Rengifo cuando veíamos una película de Kurosawa, en la cual llovía mucho como si la lluvia fuera el personaje principal y entonces tú me dijiste que me querías y cuando terminó la película todas las personas salieron apuradas como un enjambre de peces lanzados al mar, y afuera, mientras titilaban las luces del centro, empezó a llover como si fuera un diluvio, y todos sacaron los paraguas y tu y yo caminamos por la plaza Bolívar, mojándonos, sintiendo la lluvia que bajaba, que corría y pensamos entonces en el pasado, cuando estábamos en el primer semestre y todo era mejor y podíamos caminar sin miedo por las calles del centro y jugar a ser los bohemios nocturnos y borrachos más irreverentes de Mérida, de Ejido, del universo, y todo era mentira, sí, pero podíamos vivir en la mentira, ¡Que viva la pajudez!, y caminar de las Cibeles a Biroska, mientras nos sentíamos personajes de Caicedo, empantanados pero felices, de la Viuda al Hoyo, ir al cementerio y ver a los malandros como fieras agazapadas, fumar marihuana, ser amigos de los indigentes y las putas y los travestis, un poquito de cocaína en el baño de la tasca esa donde ponían a Pastor López, vomitar en la calle, ir a un recital, comprar varias pizza entre todos, agarrarnos a coñazos por ahí con algún sapo, el esperado Congreso de literatura, comer una hamburguesa, escribir un poema largo y sufrido, policial y salvaje, declamatorio y oratorio, tirarnos en el suelo del bosquecito, hacer el amor 30 veces en una sola noche, hacerlo 90 veces en un día, tener 100 orgasmos seguidos, no entrar a clases, gritarle “Gorda” a la profesora que da un seminario sobre La Navidad, escribir un poema sobre aquellos orgasmos y las veces que hicimos el amor: 300/200, y así seguíamos recordando e inventábamos, y decíamos esas cosas mientras la lluvia se metía en nuestros zapatos y sabíamos que todo se estaba acabando, que todo estaba acabado. Que todo se acabó. Sí, todo. Todo.Toda mierda

Cerró el cuaderno. Todavía faltaban más líneas del sueño escrito. Javier no sabía que pensar. <<¿Era posible que en sueños hubiera escrito su sueño?>>. Se preguntó. Se llenó de extrañeza. No quería seguir leyendo, no quería conocer el final, aunque un enigma se podía descifrar, un secreto se podía descubrir, una cadena del destino se podría romper. Javier prefirió posponer las últimas líneas de la última página del cuaderno de clases. Después se metió en Facebook y reviso fotos, videos, comentarios. Música en YouTube. Twitter. Una página sobre suicidios. Porno. Empezó a masturbarse pensando en mariana. Películas para descargar. Hasta que buscó el nombre de Helena en Facebook para saber otra vez que lo había bloqueado, que lo había borrado de su vida. <<Que se joda>> se dijo.”

Manuel dejó de teclear, guardó el archivo con el nombre de “sueño incompleto”. Se levantó de la computadora, fue a la cocina y se tomó un vaso de agua. Buscó en la despensa alguna galleta o un pedazo de pan: no había nada. Reviso también en la nevera y encontró un arroz y dos harina pan pero nada para picar. Caminó despacio con los brazos caídos hasta llegar a la sala. Se echó en el sofá y miró el techo.

Pensó de nuevo en Mariana y un ligero desánimo empezó a crecer en todo su cuerpo. Recordó el final de su cuento y no le gustó para nada. Verga… siempre es la misma paja. Empiezo a escribir, me emociono, termino el cuento y me jodo pa`la mierda. Me digo que mi cuento no sirve, que es una mierda. Me siento como una mierda y como siempre… y Mariana y… ¿Cómo puedo mejorar este puto cuento? Que ladilla. Ese final es una cagada. Un vecino puso una canción vieja de reguetón: Con tu chulinculincunflai / abro la boca y mi lengua se cai, / ojalai, / ojalai,/ ojalai y que tu sea mi mai. / ojalai, / ojalai,/ ojalai y que tu sea mi mai.… Se sentó en la mesa del comedor. Vio en la esquina el libro que estaba leyendo hacía unos días. Lo tomó y lo abrió en la página señalada. Detuvo su mirada en la frase del marca-libros: “El hombre puede nacer, pero para nacer primero debe morir; y para morir, primero debe despertar”. Luego siguió leyendo el cuento en donde lo había dejado:

“Un relato encierra siempre, tras la fachada atractiva de su argumento, otras historias, de las cuales algunas veces ni siquiera el mismo aut

La luz se fue de coñazo.

Él se quedó a oscuras con el libro abierto. Afuera se escucharon gritos, perros ladrando y la alarma de un carro. Siguió pensando en su sueño, en el sueño de su personaje. En cómo podía terminar. ¿Cómo escribir un final? Cómo conseguir un cierre perfecto. Cómo hacer una pieza perfecta. Que la última palabra lo diga todo: descubrir el secreto, voltear la trama. Cómo. Sacar el conejo. Cómo.

<<No tengo un final. Tal vez no tenga nada. Y así me alejo>>. Pensó como si una voz le hubiera dictado estas palabras al oído. Afuera continuaban los gritos, la alarma del carro. Era un alboroto inmenso. Siguió dándole vueltas en su mente a frases para su relato:

…Desidia de un corazón débil y estúpido…

…Compasión amoldada en su corazón…

…Sacar el conejo del sombrero…….Romper el parche del tambor…En la fiesta del circo…Matar el conejo…No tener sombrero…

…Fracasos inventados y deseos incumplidos…

…Negar el misterio, el reflejo, la verdad, el mapa…

…El cuerpo se atascaba, se iba en olas sucesivas, puede que nunca volviera. La luz llegó. Se prendieron los bombillos y las lucecitas rojas del equipo de sonido. Se reinició el balbuceo perenne de la nevera. En ese instante el teléfono de la casa repicó estrepitosamente y él contestó: ––Aló.

–Maaanu. Hablamee ¿Qué tal?

– Epa Karla. Normal y tú ¿Cómo está todo?

–Bien, ahí voy chamo. Es que madre ladilla buscando trabajo y la paja.

–¿Qué haces?

–Horita voy hacer cena. Pero mira marico ¿Ya empezaste alguno de los trabajos?

–No. Nada no he hecho nada de nada… ¿y tú?

–¡No, chamo! ¡Un coño huevón!

–Que ladilla esa mierda.

–Viste pajúo. A comienzo de semestre estabas y que no ibas a dejar nada para último y bla bla bla.

–Siempre es lo mismo, nadie cambia.

–Sieé, si eres pajúo…Tú no cambias que no es lo mismo.

–Y tú tampoco.

–¿Cómo?

–Que tú tampoco.

–Aló… Aló.

–¿No me escuchas?

–Epa marico habla más duro.

–¿Qué?

– Muevete a donde haya señal…

–…

– Verga marico las líneas están piches.

–¿Qué? ¿Qué quieres miche?

–…

–Chrrrrsstssstchrrr…

–¿Haa?

–piiiii…

Colgó el teléfono de la casa  y se echó de nuevo en el mueble. Volteó la cara y miró por la ventana el farol con el bombillo quemado y la oscuridad interrumpida por las luces de los otros apartamentos. El equipo de sonido del vecino volvió a escucharse: ahora tengo que olvidary tratar de ser feliz con otra… que me ame… como… tú… nunca… Un mensaje a su celular irrumpió en la realidad del momento.  Era de un número desconocido. Manuel lo abrió y lo leyó:

Buenas noches se a preguntado si existe solucion o esperanza ante la muerte? La biblia habla de una maravillosa promesa

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